lunes, 23 de mayo de 2016

La proximidad de mi muerte


   Reflexionar en cuándo y cómo será nuestra muerte, lo veo en un futuro lejano y tal vez una pérdida de tiempo pensarlo si es que gozamos de buena salud y una juventud rebosante, pero a pesar de ello nadie se escapa de la muerte. Esto nos lleva a meditar que nuestra vida es finita y la proximidad de la muerte nos puede llegar en: minutos, meses, años o tal vez décadas.

   Qué difícil es pensar en este tema tan complejo e incierto, tal vez moriremos en un accidente, con alguna enfermedad o tal vez muriendo en una edad muy avanzada; buscar algún sentido a todo ello cuesta entender si no somos creyentes o personas de fe y hasta podemos concluir pensando que nuestra muerte será igual a la de un perro como cualquier animal.

   Ante esa incertidumbre de nuestra propia muerte, podemos optar equivocadamente a que vivamos una vida loca, sin restricciones, una vida “light” sin compromisos, como si lo más importante fuese disfrutarla al máximo, como si todo estuviera permitido, llegando a poner en peligro irónicamente nuestra propia vida para siempre.

   La muerte aparece ante nosotros como invencible, y nos lleva a cuestionarnos si fuese posible vencerla, pero alguien lanza una exclamación fuera de los límites del tiempo: ¡Muerte! ¿Dónde está tu victoria?... Es el Cristo Jesús que colgado en la Cruz nos enseña su victoria frente a la muerte, el que se dio por todos ahora vive a la derecha de Dios Padre, diciéndonos que no preguntemos cuándo y cómo será tu muerte sino pregunta el Para qué de tu muerte.

   Es en ese sentido comenzamos a comprender tangencialmente la razón de nuestra existencia, que a medida que pase el tiempo y siendo acompañados por la verdad, comenzamos a dar un sentido importante a nuestra vida, obrando el bien y dando una trascendencia a nuestra muerte que es el nacer de manera inmortal al encuentro con nuestro Creador.

Oración en el atardecer de nuestra vida