jueves, 21 de febrero de 2019

Para vivir la Santa Indiferencia


   Para vivir la Santa Indiferencia, San Ignacio de Loyola nos enseña que debemos buscar una total indiferencia entre cuatro realidades y sus opuestas que son: 1) enfermedad / salud;  2) riqueza / pobreza;  3) honor / deshonor y 4) vida corta / vida larga; según la voluntad de Dios que adopte para nosotros, es decir mantenernos en estado de indiferencia racional que es equilibrio de facultades, dominio de la voluntad y confianza con un total abandono en Dios.

   La Santa Indiferencia no es una sensación  de apatía, pereza, dejadez o procrastinar, como dice la letra de una canción famosa “a quién le importa lo que yo haga”, u otras frases como “me importa un bledo los problemas de los demás”, “¿y a mi qué…?”; más bien la Santa Indiferencia es una apertura total a la voluntad de Dios, como un despego de nuestro propio ‘querer’, en querer lo que quiere Dios, es alinear mi voluntad a la santa voluntad de Dios, luchando con todas mis fuerzas y poniendo mi intelecto en lo que ama Dios.

   Entre las bendiciones más importantes de la Santa Indiferencia están: 1) la paz interior, 2) paz del corazón, 3) paz del alma y 4) una confianza ilimitada en la siempre presente Divina Providencia amorosa de Dios que nos guía.  Como nos recuerda el Salmo 40: “Dichoso el que coloca su confianza en el Señor”, cuando las adversidades o los éxitos de la vida vengan, abramos el paraguas de la Santa Indiferencia para que la lluvia de la tristeza o la alegría mundana no logre penetrar nuestra alma, finalmente sigamos el ejemplo de Jesús que nos llama a confiar con sus consoladoras palabras: “Mi padre os tiene en la palma de su mano y nadie puede arrebatar nada de su mano”.

A continuación les compartimos la siguiente oración:

   Padre Eterno, en el nombre de nuestro amado Señor Jesucristo, enséñanos a vivir la Santa Indiferencia como un modelo de vida Cristiana sobrenatural. Espíritu Santo, enséñanos a ser rectos, humildes, obedientes, transparentes y contentos con todas las cosas. Padre amado, ayúdanos a cambiar en todo lo que sea necesario para que podamos reflejar el carácter y los dones de tu Hijo Jesucristo. Llénanos  con el Espíritu Santo para que podamos terminar bien esta travesía de vida sobrenatural contigo de tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás que tu veas necesario para la salvación de nuestra alma.

Amén.

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