El fin de semana visité una exposición de fotografía internacional muy interesante y aproveché en participar a las charlas de los conferencistas invitados, que me dieron luces para entender este arte tan poco conocido para muchos que no entendemos el arte fotográfico.
Uno de los temas que llamó mi atención fue el término que mencionó el conferencista “observador activo” que es cuando el fotógrafo capta la escena de un momento y la congela en una fotografía; por ejemplo, toma fotos a un grupo de personas y luego al revelar la fotografía se observa a las diferentes personas con sus diversas expresiones fijas en el tiempo.
Pero más que observar la fotografía es saber interpretarla, tratando de entender el concepto que se quiere mostrar al espectador, como sintiendo esas emociones que trasmiten las escenas de un momento dado, por ejemplo la tristeza de una persona que camina en la noche nos podría transmitir su soledad.
Esta situación me lleva hacer una reflexión en el ámbito espiritual con la siguiente pregunta ¿se podría fotografiar la situación del alma en un momento dado? obviamente la respuesta sería "No" porque solo la cámara capta la materia física, pero haciendo una analogía sí podríamos saberlo mediante un acto de contricción muy profundo que nos permita “fotear el alma” y entender la situación de la misma.
Así como el buen fotógrafo logra captar las escenas y emociones de un momento dado, imagínense un Dios que nos capta las infinitas escenas de nuestra vida con sus diferentes aristas; qué buena justicia de Dios nos haría al revelar la foto de nuestra alma y verla como Él nos ve en toda su dimensión humana, ¿cómo reaccionaremos? sería la gran interrogante.
Para bien nuestro, tenemos un Ángel de la Guarda que para definirle una profesión sería nuestro “fotógrafo espiritual”, que en los diversos momentos de nuestra vida nos toma fotos de las cuales seleccionará las más artísticas y bonitas para enseñarle a Dios, mientras las fotos que no nos ayuda mucho para nuestra salvación, mediante reflexiones internas nos la revelará para que reparemos las ofensas cometidas, mejorando nuestra imagen de santidad y sea a semejanza de Dios por toda la eternidad.
Uno de los temas que llamó mi atención fue el término que mencionó el conferencista “observador activo” que es cuando el fotógrafo capta la escena de un momento y la congela en una fotografía; por ejemplo, toma fotos a un grupo de personas y luego al revelar la fotografía se observa a las diferentes personas con sus diversas expresiones fijas en el tiempo.
Pero más que observar la fotografía es saber interpretarla, tratando de entender el concepto que se quiere mostrar al espectador, como sintiendo esas emociones que trasmiten las escenas de un momento dado, por ejemplo la tristeza de una persona que camina en la noche nos podría transmitir su soledad.
Esta situación me lleva hacer una reflexión en el ámbito espiritual con la siguiente pregunta ¿se podría fotografiar la situación del alma en un momento dado? obviamente la respuesta sería "No" porque solo la cámara capta la materia física, pero haciendo una analogía sí podríamos saberlo mediante un acto de contricción muy profundo que nos permita “fotear el alma” y entender la situación de la misma.
Así como el buen fotógrafo logra captar las escenas y emociones de un momento dado, imagínense un Dios que nos capta las infinitas escenas de nuestra vida con sus diferentes aristas; qué buena justicia de Dios nos haría al revelar la foto de nuestra alma y verla como Él nos ve en toda su dimensión humana, ¿cómo reaccionaremos? sería la gran interrogante.
Para bien nuestro, tenemos un Ángel de la Guarda que para definirle una profesión sería nuestro “fotógrafo espiritual”, que en los diversos momentos de nuestra vida nos toma fotos de las cuales seleccionará las más artísticas y bonitas para enseñarle a Dios, mientras las fotos que no nos ayuda mucho para nuestra salvación, mediante reflexiones internas nos la revelará para que reparemos las ofensas cometidas, mejorando nuestra imagen de santidad y sea a semejanza de Dios por toda la eternidad.